Si me lees hace tiempo ya conoces mi mantra: “el presente de nuestrxs hijxs empieza en nuestro pasado" y en esta ocasión quiero profundizar más en esta máxima hablando de nuestrxs niñxs interiores.
¿Sabes de qué hablo cuando te cuento de esto?
Tu niñx internx es aquella parte interna tuya que guarda la memoria de tu historia, de tu crianza, de tu llegada al mundo. Es el receptáculo de tus heridas, de tus luces y tus sombras; donde almacenas tu energía vital, tus permisos y tus patrones.
¿Crees que esx niñx te facilita la Vida? ¿Entendiste que el mundo al que llegabas era amoroso, o era hostil? ¿Vives en modo defensa o en confianza?
Abrirnos a escuchar esta parte interna con amor, mimo y respeto nos ayuda a acercarnos más a nuestrxs niñxs externxs -tus hijxs- porque es la parte más cercana a ellxs. Desde ahí, podemos empatizar, comprender, sostener y gozarles desde una conexión que habíamos olvidado en nuestra rutina adulta.
*Eso sí: esta parte interna también es la que nos boicotea cuando no les podemos dar a nuestrxs hixjs lo que merecen recibir de nosotras por envidia, por celos, porque les pedimos más de lo que les pertenece, porque “a mí no me lo dieron”, por desconocimiento, por falta de herramientas.
Sanar a nuestrx niñx internx es TAAAAAN importante que sin esta escucha profunda que debemos darle a nuestrx pequeñx niñx heridx (y que sólo nos pertenece a nosotrxs la responsabilidad de hacerlo), es muy difícil que podamos transformar los patrones que nos oprimen y nos transforman en esa mamá/papá que siempre dije que no quería ser.
Hacernos cargo de nuestra historia es empoderarnos y dejar de pedir responsabilidades a quien no lo supo/pudo/quiso hacer mejor. Ahora nos toca a nosotrxs, como adultxs, tomar las riendas de nuestra Vida y abrazar a esx niñx que necesitó y no tuvo.
¿Cómo saber si mi niñx internx está herida?
Cuando tenemos vivencias emocionales en nuestra etapa adulta que no podemos explicar, que aparecen como un torrente sin poderlas controlar, que nos cuesta horrores transformar, es muy probable que se trate de nuestrxs niñxs internxs.
En mi
curso "Crecer criando" encontrarás una visualización muy potente para que la uses siempre que aparezcan memorias o emociones que vienen de tu historia y sientes que no están reparadas.
Hazlo por ti y regálaselo a tu criatura. Este trabajo profundo te aportará herramientas para que cuando aparezcan tus patrones inconscientes heredados del estilo de crianza que recibiste, no sobrerreacciones y te puedas colocar en un lugar adulto y maduro. TÚ TIENES la capacidad de regular tus emociones con tus criaturas y reescribir la narrativa de tu camino vital.
Quererse, abrazarse y repararse es un acto subversivo y transformador - y político, me atrevería a decir - porque requiere de un cambio de paradigma vital en el que las mujeres, las madres, soltemos el rol de ser las únicas implicadas en el cuido ajeno para repoblar la soberanía de nuestro cuido interno.
¿Y quién se hace cargo del resto de cuidados?
Pues habrá que reeducarnos en la cultura del privilegio.
Cuidarse no deberían ser las migajas de nuestro tiempo; tenerse en cuenta no es un acto de egolatrismo y desentendimiento de nuestras responsabilidades.
El autoamor es plural porque me implica a mí, a mi historia, a mis heridas, a mi descendencia y a considerar mis responsabilidades que, por supuesto, deben ser compartidas si así lo he elejido (hay familias monomarentales que, por elección o por circunstancias, tienen otro tipo de organización vital).
Autoamarse es ir para adentro y escuchar mis necesidades: cuando vienen en forma de demada infantil, ofrecerle mis brazos de madre amorosa; cuando lo que aparece es la mujer deseosa, pues le ofrezco la adulta cómplice; y si lo que emerge es el más puro agotamiento, la mezo con el soporte de mi tribu.
Por último, te comparto una invitación a que te tomes un buen rato para indagar un poquito más en la propuesta del autoamor, del cuidado de tu niña interna y del automaternaje.
Para ello vas a necesitar una fotografía de cuando eras una niña de menos de 7 años. Consíguela, ya sea en original o haciéndole una foto con tu móvil.
Te voy a pedir que a esa niña que fuiste (y eres en una parte interna tuya) le construyas un buen lugar para tenerla presente. Es lo que comúnmente denomino “hacerle un altar”, es decir, un lugar consagrado a esa parte de ti misma. Los altares son espacios donde ponemos un propósito para hacerlo más presente, más sagrado y trabajar con nuestra dimensión espiritual también. Ponle una velita, flores, un dibujo, comida, etc. Hazlo bonito para honrar a tu historia y abrazarla en su totalidad; recuerda que pasara lo que pasara, estás aquí y, como decía siempre la abuela Margarita, si no abrazas a tu Camino, no puedes abrazarte a ti.
Mi propuesta es que dejes este espacio de altar (puedes hacerlo en una estantería, en un corcho en la pared, en un rinconcito de tu mesita de noche, etc) durante unos días y que cada vez que pases por delante de el, mires esa imagen y dejes que te hable, que esa niña te cuente qué le sucede, qué necesita, que quiere de ti.
Te puede servir un cuaderno cerca para ir anotando todo lo que sale; para que no te olvides y puedas ir brindándoselo a medida que emergen sus palabras.
Acuérdate: todo lo que tu niña interna necesita se lo puedes dar tú. De hecho, SÓLO puedes dárselo tú. Así que no exijas, ni pidas, ni te enfades por no tenerlo. A más petición, más necesidad de atención de tu parte. La tranquilidad de tu niña interna no depende de cómo se porten tus hijxs, ni de lo que te da tu pareja, ni de cómo sople el viento. Es tu PODER y, por lo tanto, te pertenece. No se lo entregues a nadie; no te hagas dependiente; no uses el imperativo con otrxs -ni contigo-.
Deseo que este post te resulte útil y disfrutes la propuesta.
Un abrazo fuerte.