

Continúo la serie de artículos dedicados a los regalos de Navidad hablando de las mentiras y chantajes que muchas veces ejercemos contra las criaturas y cómo gestionar el tema de los regalos con la familia extensiva.
El chantaje
En algunas familias se usa el chantaje a las criaturas con la excusa de los regalos de Navidad, incluso personas que no conocen a nuestras/os hijas/os se permiten hacer estas preguntas: “¿Te has portado bien?”, “Mira que los Reyes lo ven todo”, “Si no te portas bien Papá Noel no te va a traer regalos”.
En este punto yo opino que tenemos que aprender a poner límites con consecuencias, no con castigos. Vamos a ver qué es qué para que se entienda la diferencia: una consecuencia es, por ejemplo, “Si tú no apagas la tele, te la apagaré yo”; en cambio, un castigo suena así “Si no apagas la tele, este fin de semana no tomarás helado”. Es decir, son dos acciones inconexas en el tiempo y en la realidad que están viviendo las criaturas. Con un castigo puede que a corto plazo se consiga que la criatura haga caso, pero no porque entiende que es lo correcto por una serie de motivos, sino porque no quiere quedarse sin helado.
Los niños tienen que aprender que se portan bien porque es su responsabilidad, no para obtener regalos materiales. Les tenemos que explicar que se porten bien o no, si lo decidimos sí tendrán regalos de Navidad, porque los regalos los hacemos porque celebramos la Navidad, no como recompensa por una conducta. Y lo que haremos será intentar acompañarles para que hoy estén mejor, porque cuando hablamos de criaturas, sobre todo antes de los 7 años, el no portarse bien, muchas veces, tiene que ver con un malestar interno. Entonces cuando les decimos que se porten bien les estamos pidiendo que rechacen ese malestar interno para encorsetarse en una conducta que nosotras/os vamos a validar.
Hay que enseñar a las criaturas a tener pensamiento crítico desde pequeñas, si les enseñamos a portarse bien por miedo a una autoridad, las estamos haciendo dependientes y vulnerables delante de las autoridades. Es muy importante que entendamos que las autoridades no tienen autoridad celestial ni divina, sino que las personas con autoridad son personas humanas, que pueden equivocarse, que pueden valorarnos y enjuiciarnos desde un lugar incorrecto, y que las criaturas deben tener permiso para poder cuestionar eso. Y eso se enseña desde pequeñas/os.
Cuando chantajeamos a nuestras criaturas, estamos usando nuestro autoritarismo, jugando con ventaja porque sabemos que lo que estamos explicando es una fantasía que nos sirva para conseguir que la/el niña/o se porte bien. Y usar este autoritarismo es un abuso manipulativo en que usamos una realidad adulta dentro de una psique infantil que no puede diferenciar, para que obedezca, para que se domestique.
La presión familiar
Dentro del bloque de las mentiras y del chantaje, ahora me gustaría hablar de la presión familiar y entre las grandes preguntas o inquietudes que, sobre todo en estas fechas me consultan las familias que acompaño, es cómo le pongo límites a los regalos, porque mi familia lo ve de forma diferente a mí. Entonces, lo primero que tengo que decir en relación a la familia y esto bebe de la mirada sistémica que forma parte de mi bagaje profesional, es que no podemos esperar que nos respeten si no respetamos. Ahora, respetar no significa que todo valga, respetar significa que yo respeto la manera como mi familia vive las Navidades porque es su manera, y al mismo tiempo, cuando yo respeto su forma, evidentemente les puedo pedir que respeten la mía. No que la comprendan, porque probablemente tú no puedes comprender esa forma de vivir la Navidad de tu sistema familiar de origen, pero tienes que respetarla.
Tenemos que entender que nuestra familia puede escoger hacer las cosas de una manera determinada, y cuando yo puedo comprender que lo que yo hago no es mejor ni peor, sino que es diferente, a mi hija/o le puedo decir “nosotras en casa lo hacemos así”, “esta es nuestra manera de celebrar las Navidades, la manera de las abuelas es otra, la de las tías, primas… es otra”. Este es un límite que no es el “porque yo lo digo”, es un límite desde un lugar de firmeza y de poder, pero no autoritario.
En relación a la familia, es fundamental aprender a poner límites, y los límites no son una lucha, a ver quién golpea más fuerte, sino que son desde el amor y desde el respeto. Es un límite que nace desde la comprensión de que yo soy yo y tú eres tú, y el límite te lo pongo para cuidar el vínculo, porque al hacerlo me estoy cuidando a mí y te estoy dando la información para que sepas cómo cuidarme. Aunque esto no necesariamente significa que vayan a respetar el límite, cabe la posibilidad de que lo tengamos que poner más fuerte, o darnos la vuelta e irnos.
¿Qué tipo de límites podemos poner a nuestro sistema familiar?
Que los regalos solo sean ropa, que sean de madera, que no hagan ruido, que sean de “X” tienda, que sean experiencias en vez de regalos materiales.
Por ejemplo, podéis pedir que los regalos que hagan a vuestras criaturas se queden en casa de quien los regale. Esto funciona cuando los límites previos no se han respetado, si dices no queremos regalos, o los regalos que hagáis queremos que sean de madera, que solo sea ropa, que sean experiencias… y no cumplen con esos límites, puedes explicarles a tus hijas/os que esos regalos se quedarán en casa de las/os abuelas/os y que cada vez que vayan a su casa podrán jugar con los regalos.
Otro límite que funciona muy bien en muchas familias, es que de todos los núcleos familiares se coordinen y que cada uno haga un regalo, que sea de toda esa familia, en vez de uno de las/os abuelas/os, otro de las/os tías/os… así evitamos la sobreacumulación de regalos.
Una vez más recuerda que debemos poder poner los límites con amor, no abrir un frente de batalla.
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